Apuntes y reflexiones en torno a las patentes biotecnológicas (I)

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La biotecnología es uno de los sectores con mayor relevancia en el campo de la generación de invenciones protegibles, y la patente se ha revelado como el mecanismo de protección más extendido para dichas invenciones.

 Mediante las mismas, sus defensores postulan la importancia que las patentes tienen para promover la investigación y los avances en materias tan fundamentales como la salud, la alimentación o las energías, haciendo atractiva la asunción de riesgos elevados por parte de la industria, que verá protegidos sus resultados.


No obstante, no es una cuestión exenta de polémica. Su discutible legitimidad (al suponer la apropiación efectiva de bienes naturales y conocimientos ancestrales),sus posibles efectos empobrecedores (al utilizar al tercer mundo como mero suministrador de materias a cuyos derivados no tendrán acceso), los problemas morales que conlleva el tratar como objeto de propiedad al ser humano y los bienes naturales, así como la negativa al acceso del conocimiento para aquellos que no pueden permitirse la adquisición de los bienes patentados, generan un debate no solo sobre las patentes y su idoneidad como mecanismo protector de las invenciones biotecnológicas, sino sobre la moralidad de la misma actividad investigadora tendente a obtener futuras invenciones patentables.

El mercado farmacéutico mueve más de 200.000 millones de dólares al año, que por cada dólar invertido en la fabricación de un medicamento se obtienen mil en el mercado, siendo además uno de los mercados más monopolizados del planeta, ya que 25 empresas copan el 50% del total de las ventas.

Entiendo que nos movemos en un terreno en el que encontrar el punto de equilibrio debería ser lo esencial para la Comunidad Internacional, primando el derecho  la integridad física y la salud de las personas sobre los intereses económicos en juego. Pero parece ser que desgraciadamente ello no sucede así, primando el criterio corporativo, empresarial y lucrativo sobre el social y humanitario. 

Soy defensor a ultranza de la necesidad de la necesidad de protección de las patentes y de la investigación en el campo de la biotecnología, pero también lo soy de las numerosas declaraciones de intenciones que a través de numerosos instrumentos internacionales se han aprobado, y que sin embargo no llegan a solucionar los problemas endémicos que a nivel mundial arrastramos y que nos conducen a una cada vez mayor brecha entre el primer y tercer mundo. ¿No pone la ADPIC remedios útiles al respecto, no refuerza el sistema internacional la Declaración de Doha, el Convenio sobre La Diversidad Biológica, el Convenio de Múnich, la Directiva 98/44/CE, o el mismísimo Tratado de Nagoya? 

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